no era del desierto del que nos quejábamos
ni de esta sed absorta
que nos viste
de un burocrático negro
igual que Lima
es una ciudad sitiada
¿no ves los triciclos empujados por una
rigurosidad casi religiosa paseando frutas
sobre culos regordetes y zapatos viejos?
una pésima composición musical de sonidos
sin vida
puertas que se abren ventanas
que se dejan patear por el viento
viento que se afina
y rechina
polvo que no dice nada
porque nada tiene que decir
del modo cotidiano
de redistribuir los cielos
y con razón dirán
y con tesón
afranelado
desnudo
puto mundo
que no confluye
y patea
cada domingo en Santiago
el aire es de un aura mayor que el sol
se torna cobrizo y hiede
cabezas gachas
cabezas negras y apuradas
soledad de asfalto como la mía
cabezas peruanas fósiles
emergiendo de costales de baratijas
medias chinas y baterías coreanas
que los rótulos fantasmales de los grandes teatros
convertían en incontenibles llamaradas de gente
pensé que los había dejado reposando
en las barracas eternas de la desmemoria
a las matronas sin trenzas
repartiendo churros a peso devaluado
bajo la luz hosca de los negocios de comida
a los maniquíes sin mirada
vendiendo tarjetas postales para llamar al Perú
a los bolivianos encogidos en poltronas de tocuyo
escuchando radio con la indiferencia
de los mismos maniquíes que una cuadra atrás
me invitaban a detenerme en un hueco oscuro
regentado por un judío agazapado
en un mostrador con olor a tela
mientras que desde otra mirada
una muchacha abre un cartapacio
de cuentas y una multitud húmeda
culebreándose entre mis pies
trasforma sus ojos en gracias indiferentes
que devuelvo por sobre el hombro
en un desdeñoso rehacer
ir y venir partir y regresar
sin palabras
hace días el rottweiler
del vecino nos ladra
y un olor insistente a pescado
parece invadir con su campamento
de palitos y condimentos
descartables y gente
disfrutando
en distintos idiomas
de un alegre globo rojo
en sus cocinas
las casas de estilo inglés
las chimeneas inactivas
los manifestantes que de pura rabia
quieren cercenar el cielo
de un tiempo para acá me siento flotando
en las rejillas y preocupaciones de otros
de un tiempo para atrás
el peso se ha desvanecido
en las pantallas de un televisor
el ruido es un mecanismo más
para entretener mis manos
bolivianas
empujando pesados bloques
de cartón
coreanas
cargando a sus pequeños
tan blancos como barras de jabón
son todas iguales claro
menos tú corrige el taxista
jura que le voy a creer
asume que le voy a estrujar la mano
arrancar una a una más fracesitas
tan estúpidas como esa.
Roxana Crisólogo, Lima 1966. Poeta y activista, escribió los poemarios Abajo sobre el cielo, Animal del camino y Ludy D. Tiene inédito el poemario Trenes. Forma parte del proyecto de videopoesía Poéticas visuales de la resistencia.
Estos textos fueron publicados en Plaza de las letras.
ni de esta sed absorta
que nos viste
de un burocrático negro
igual que Lima
es una ciudad sitiada
¿no ves los triciclos empujados por una
rigurosidad casi religiosa paseando frutas
sobre culos regordetes y zapatos viejos?
una pésima composición musical de sonidos
sin vida
puertas que se abren ventanas
que se dejan patear por el viento
viento que se afina
y rechina
polvo que no dice nada
porque nada tiene que decir
del modo cotidiano
de redistribuir los cielos
y con razón dirán
y con tesón
afranelado
desnudo
puto mundo
que no confluye
y patea
cada domingo en Santiago
el aire es de un aura mayor que el sol
se torna cobrizo y hiede
cabezas gachas
cabezas negras y apuradas
soledad de asfalto como la mía
cabezas peruanas fósiles
emergiendo de costales de baratijas
medias chinas y baterías coreanas
que los rótulos fantasmales de los grandes teatros
convertían en incontenibles llamaradas de gente
pensé que los había dejado reposando
en las barracas eternas de la desmemoria
a las matronas sin trenzas
repartiendo churros a peso devaluado
bajo la luz hosca de los negocios de comida
a los maniquíes sin mirada
vendiendo tarjetas postales para llamar al Perú
a los bolivianos encogidos en poltronas de tocuyo
escuchando radio con la indiferencia
de los mismos maniquíes que una cuadra atrás
me invitaban a detenerme en un hueco oscuro
regentado por un judío agazapado
en un mostrador con olor a tela
mientras que desde otra mirada
una muchacha abre un cartapacio
de cuentas y una multitud húmeda
culebreándose entre mis pies
trasforma sus ojos en gracias indiferentes
que devuelvo por sobre el hombro
en un desdeñoso rehacer
ir y venir partir y regresar
sin palabras
hace días el rottweiler
del vecino nos ladra
y un olor insistente a pescado
parece invadir con su campamento
de palitos y condimentos
descartables y gente
disfrutando
en distintos idiomas
de un alegre globo rojo
en sus cocinas
las casas de estilo inglés
las chimeneas inactivas
los manifestantes que de pura rabia
quieren cercenar el cielo
de un tiempo para acá me siento flotando
en las rejillas y preocupaciones de otros
de un tiempo para atrás
el peso se ha desvanecido
en las pantallas de un televisor
el ruido es un mecanismo más
para entretener mis manos
bolivianas
empujando pesados bloques
de cartón
coreanas
cargando a sus pequeños
tan blancos como barras de jabón
son todas iguales claro
menos tú corrige el taxista
jura que le voy a creer
asume que le voy a estrujar la mano
arrancar una a una más fracesitas
tan estúpidas como esa.
Roxana Crisólogo, Lima 1966. Poeta y activista, escribió los poemarios Abajo sobre el cielo, Animal del camino y Ludy D. Tiene inédito el poemario Trenes. Forma parte del proyecto de videopoesía Poéticas visuales de la resistencia.
Estos textos fueron publicados en Plaza de las letras.
1 comentario:
buena poeta y ademas linda
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