16.7.07

Los Misteriosos Caminos a los que lleva la Masturbacion





LOS MISTERIOSOS RUMBOS DE LA MASTURBACION.

adquirí riqueza técnica y brillo imaginativo en mis masturbaciones después de los 50 años y la cocaína fue mi maestra. En los anteriores 15 años de consumo, la cocaína me atendió como una cariñosa nana alimentando mi capacidad creativa, acelerando mis reflejos narrativos, cargando de energía mis estrategias seductoras con las muchachas y, sobre todo, cuando visitaba el abismo me daba consejos certeros sobre que misterios robarle.Repentinamente renunció como nana y se transformó en una deliciosa puta que degeneró mis ingenuos deseos hasta que adquirieron la perversidad de un psicópataEl plato más exquisito que te ofrece el restaurante cocaína se llama La Comilona. Empiezas a masturbarte a las 10 de la noche y recién eyaculas al amanecer. La historia que voy a contar sucedió cuando desconocía esos recursos, hace 25 años en España donde construí una peculiar rutina para alimentar las masturbaciones más turbulentas y apasionadas.Una ruta muy peligrosaA principios de los 70, mi hogar nómada estaba ubicado en un territorio muy inestable. En Ámsterdam donde, por monedas, compraba los autos y camionetas usadas, vivía en la casa de un peruano con el que compartí varias instancias de mi vida y que se llamaba El Peruano; en Milán donde a veces me atrevía a atravesar esa enorme distancia para vender las máquinas con una ganancia de más del 500%, vivía en la casa de un artesano argentino. El mejor negocio era París que estaba a la distancia de un brazo y los autos tenían un buen precio. Pero yo odiaba París y de pura nostalgia, me llevaba los autos a Madrid donde el mercado era muy pequeño.El último auto que llevé fue un Fiat 128 con una apariencia muy atractiva, pero que era una matraca, Me había costado 250 dólares en Utrech y esperaba sacarle 1000 dólares limpios. Pero pasaban los días y nada.Vivía en una pensión cerca de Ventas y en mi peregrinaje por el ocio había encontrado un entretenimiento.Todos los días, poco antes del oscurecer, me paseaba por la calle Montejurra manejando muy lentamente por la violenta bajada del último tramo antes de alcanzar la autopista M30. A esa hora, un liceo de señoritas expulsaba a la calle una manada de exquisitas cachorras ninguna mayor de 17 años. Generalmente, para que despuÉs la fantasía funcionara, escogía una de las que salía atrasada. Archivaba sus curvas, el tamaño y el estilo de su culo y sus tetas, y de su rostro me robaba especialmente los ojos y sus miradas. Lo más importante era fotografiarle la boca, los labios y, si tenía la suerte de que hablara o bostezara, el estilo de esa cavidad lujosa que, en comparación, deja a la vagina en el lugar de una humilde casa ubicada en la población más marginal del territorio.Luego me iba volando a la pensión a reconstruir el rompecabezas y armar mi Mari-stein. El procedimiento siempre era el mismo . Cuando la rezagada pasaba junto al auto que yo estacionaba a la mitad de la bajada tratando de evitar la vigilancia del Conserje del Liceo siempre atento a los lobos que aparecen donde hay ovejas, abría sorpresivamente la puerta, y desde el asiento del acompañante le susurraba con la mayor maldad que pudiera--Subí o te mato--mientras le mostraba un revólverLe tomaba una mano y la metía en el auto. Mientras arrancaba les decía aquellas dos palabras que me endurecían el pene#¿NOMBRE?Bajaba por Montejurra, el único problema era el semáforo de la esquina que si estaba en rojo le daba la posibilidad a la presa de escapar de una noche maldita; pero en mi fantasía lo dejaba en verde y como una flecha hundía mi auto en la oscuridad de la M-30. La primer bajada llevaba directamente hasta un antiguo parque que el abandono convirtió en un gigantesco eriazo lleno de trastos y malezales de altura.El mejor orgasmo de un masturbador experto es la retención del espasmo, las pausas para que el miembro pierda su tensión y empezar de nuevo. Cuando alcanzo ese extremo, una mirada psiquiátrica debe observar la conducta de un sicótico. Cerca del Éxtasis, hablo con dos voces. La mía, exagerada, ronca, malévola grita--"Perra sucia, levanta el culo...Mientras con una voz femenina bastante bien elaborada, me contestó--Si...si, cógeme, cógeme...destrózameAsí transcurrían aquellas noches, imaginando el basural y a mis víctimas sometidas, entrando y saliendo de sus tres misterios y, cerca del amanecer, eyaculaba y me iba al baño a lavarme abandonando a mis victimas donde siempre estuvieron, en ninguna parte.Aquella obsesión , que cada vez elegía mejor a sus presas, fue perfeccionando los tiempos y la vorágine de violencia sexual con que las sometía.¿Por qué diablos compré el revolver de juguete?Eran unos tremendos revólveres de calibre 38 largo de plástico pesado, negros y enormes. Eran de juguete pero el diseño era tan perfecto que los compradores dejaron de ser niños y tuvieron que prohibir su fabricación ante la cantidad de delitos cometidos con aquellos juguetes.La excusa para comprarme el juguete fue que podía usarlo para amedrentar a los pesados de Vallecas cuando iba a comprar opio y hachís.Lo guardaba en la guantera tal como solía hacerlo en mis fantasías. Todos los sistemas para pajearse pronto agotan sus recursos. Fracasan los ti empos. En la realidad, para eyacular en los tres misterios te tardarías un buen rato, en los escenarios imaginarios a los pocos minutos ya has recorrido el tour completo y debes comenzar de nuevo.En aquellos días era un adicto a la violación en mis fantasías. Cuando intentaba con otras temáticas todos nos aburríamos, yo y mis amantes imaginarias. Casi ninguna mujer que se cruzaba en mi camino conseguía escapar de mis asaltos sexuales: mis novias fueron sometidas durante años aún después de separarnos, la hija de 13 años del conserje, las esposas, hermanas o madres de todos mis amigos. Tengo rachas, temporadas que solo secuestro negras culonas y otras que atrapo mujeres que se acaban de casar o están a punto de hacerlo. Una de mis grandes debilidades fueron siempre las mujeres embarazadas y muy cerca de parir.Cuando dejé la masturbación en la década del 80 y me dediqué sin pudores ni verguenzas a recuperar el tiempo perdido, una mañana en la calle Corrientes, cerca del barrio del Once, conocí en la calle una muchacha encantadora, a poco menos de un mes de convertirse en madre. Tenía una panza voluminosa y sensual. No nos demoramos más que tomarse un café en ponernos de acuerdo sobre lo que sí se podía y lo que no se podía. Mi casa estaba a dos cuadras y ahí estuvimos el resto de la mañana cogiendo como demonios.El tiempo de las embarazadas terminó como todos los tiempos. Creo que el tiempo de las pendejas colegialas estaba también acabando su ciclo y ya no me calentaba tanto pajearme con ellas.Aquel maldito atardecerYo volvía de Vallecas conduciendo a mil por hora quemando a la mala un pedacito de opio y al mismo tiempo pensando que si no me apuraba no tendría mi paja nocturna. A veces compraba el opio para darle fuerza a mis pajas.El opio mal tranzado te pega para el carajo y yo sé que no es una buena excusa. Llegué muy tarde a la subida Montejurra y la calle estaba vacía. Las niñas nunca se rezagaban tanto como para salir desprotegidas sin la atenta vigilancia del conserje. Igual me quedé en mi puesto armando un cigarrito y por el espejo retrovisor la vi venir. Era una flacucha preciosa, morena, de boca pequeña pero de labios anchos. Caminaba mirando el piso, ensimismada. Así son las presas, van distraídas, no olfatean al tigre que las acecha.No hubo ni una decisión ni dos leches. Como un experto, abrí la puerta, saqué el revolver, volví a observar el lugar vacío del conserje y antes de que comprendiera lo que estaba pasando, la flacucha ya estaba a mi lado, acurrucada en el piso del auto. Le dije que no me mirara. Le miré las tetas y me di cuenta que no era ninguna flacucha.El semáforo se puso rojo y tuve que clavar el freno en la esquina.Fue el minuto más largo de mi vida. Mi nena tenía su última oportunidad, pero estaba tan asustada que ni siquiera levantó la mirada cuando le acaricié la cabeza y empecé a conversar para distraer su atención. Y seguí hablando huevadas hasta que estacioné el auto tras unos escombros en el basural.Se llamaba Isabel, iba a cumplir 16 años en un par de semanas y tenía novio. Sin embargo era virgen y ni siquiera había tranzado unos buenos apretes . Me confesó que ni siquiera le había dado besos al asunto de su novio tratando de despertar mi compasión y empeorando la cosa.--Te enseño y más luego te lo echas a tu novio--. Le dije.En el silencio del basural, mientras vigilaba la noche, le ordené que se sacara la ropa y la apilara en el asiento delantero. Era un viejo truco, cuando empezó a sacarse el uniforme, la empujé apenas y mientras caía me eché sobre ella. Me simpatizaba y no quise someterla a la vieja mirada sucia que la recorre y le explica el siguiente futuro de todas tus partes. Estuve en su concha por trámite para robarle su tesoro pero sin descargarme. La desnudé completamente y fui a lo mío que era su culo y allí estuve un buen rato saboreando el momento.Ella me dijo que era suficiente. No hay que darles tiempo a nada, me senté sobre las tetas y en dos sesiones le enseñé a tragarse las leches.No recuerdo en que parte hablamos bastante. Yo le inventé una historia culeada llena de problemas y traumas y también le inventé para joderla que tenía una hija de 16 años como ella. Argumentó un buen rato con el tema de cómo podía hacerle algo tan horrible a una niña que tenía la misma edad que mi hija.--También he comido coños de 12 --le dije-- ¿A quién le importa cuantos años tiene un puñetero coño?La quería joder y lo hice, tuvo un ataque de llanto y mientras la montaba me fui bebiendo su llanto. También rompí mi promesa de no vaciarme en su vientre.Mientras se vestía y yo preparaba el auto, le dije que me había gustado mucho, si no quería que fueramos novios. Pero en cuanto sacó el uniforme del auto, salí arrancando y la dejé con sus problemas perdida en el basural.Ese es el drama del opio, puedes transformarte en cualquier inmunda rata. A eso me refería al comienzo de esta historia cuando hablaba sobre la extensión de las masturbaciones.Con el opio no sólo todo lo que imaginas parece increíblemente real sino que además los tiempos parecen reales. Isabel, fue mi primer paja que no tuvo modelo real. Ella salió caminando desde las calles del opio y luego se esfumó para siempre.Esa maldita masturbación terminó con todas las masturbaciones.No me importaba hacerle daños imaginarios a mujeres reales. Pero aquella violación a una hermosa niña imaginaria provocó un daño irreparable en las delicadas tramas de mi propio misterio.Durante dos o tres años seguí buscando a Isabel en la fiebre imaginaria de las noches de insomnio. Pero jamás pude saber que hizo en aquel horrible basural cuando la dejé abandonada a su suerte.

Enrique Symns

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