Entiendan que no es fácil encontrar a Bolaño. Parece accesible y en el fondo es terriblemente escurridizo. Me acuerdo de los intentos que he perpetrado y siempre me quedo corto. Siempre me falta algo para cumplir mis objetivos que en realidad se reducen a uno solo: leerlo.
No digamos que estuve muy informado de sus actividades. Más bien me perdí gran parte de “la polémica” con los escritores chilenos y prácticamente no puedo dar fe de su arrogancia. Recién cuando murió yo diría que me vino la urgencia por leerlo. Antes estaba en otras cosas, otras lecturas. No sé si Bolaño es necesario, tendría que tener alguno de sus libros.
La primera vez fue cuando traté de bajarlo de Internet. Fue un puro sufrimiento, el archivo venía malo al principio (o lo abría y salían símbolos en vez de letras), después fue la página la que murió. Cuando me fui a otra referencia empezaron mis problemas con los virus. Hastiado de las tontas máquinas dejé para mas adelante la tarea.
Entonces me olvidé de esa estrategia y me propuse otra: conseguir un libro real. Estuve sondeando a mis amigos a ver si tenían uno de sus libros. Casi nadie tenía. Uno de ellos, pongámosle Jaime, tenía las “Putas Asesinas” (para los no informados “Las Putas Asesinas“ es un libro de Bolaño, no me refiero a... bueno, ustedes ya saben), pero lo había prestado hacía tiempo y había perdido la fe en su devolución.
Bien, me dije, habría que comprarlo pirateado. Un vecino que es pirata me dijo que me lo iba a buscar. Esa misma semana cayó preso por pirateo con sentencia agravada a causa de unos paquetes de mariguana. Partí al centro, ya con evidente cara de circunstancias y me encontré con un tipo que tenía una edición de los “Detectives Salvajes”, era original, pero tan manoseado que me lo dejaba en dos lucas. O sea una ganga. Yo con el apuro y la tontera había salido sin plata. “¿Porqué no me lo guardai?” -le dije- “voy a la casa a buscar plata y vuelvo”
- Todos dicen lo mismo - me respondió con desesperanza.
- No. Si es verdad, vivo cerca.
Me fui. Me gritó de lejos “¡No vai a volver!”. La verdad es que volví, pero su desesperanza era tanta que no me esperó y se lo vendió a otro tipo que iba pasando.
La cosa es larga de explicar y, por supuesto, no termina ahí. Las aventuras siguieron con otros libreros, otros piratas y otras web de libros gratis. Todavía no leo ni una sola línea de Bolaño. Cuando suceden rarezas como la que cuento no hace mal preguntarse si se trata de maldición china. No hace mal contarlo al psicólogo ni hace mal echarle una mirada a las tarotistas de la plaza de armas. Cosas. Metafísica. Manías inconscientes que te impiden una acción porque en el fondo no deseas esa acción ¿no deseo leer a Bolaño? Absurdo, más parece que Bolaño no desea que yo lo lea porque pasarán cosas. ¿Qué? Claro, Bolaño está muerto. Por supuesto que lo sabía. Lo cual no es ningún impedimento. Lo que yo sospecho es algo bien persecuto: Bolaño no quiere que yo lo lea, porque será mala influencia para mí, me convertirá en un marginal de las leyes literarias y desde la marginalidad beberé ron hasta la borrachera, siempre, escribiendo, sin parar. O sea, una mala junta. Y una mala junta que ya es un fiambre para más rematarla.
Mientras corto la “esoteria espacio temporal aplicada a la literatura” estoy aquí con uno de Asimov y he pensado que podría emprenderla con Tolstoi. Proyectos. Opciones. Eso, claro, si Bolaño no dicta otra cosa desde el mas allá.
No digamos que estuve muy informado de sus actividades. Más bien me perdí gran parte de “la polémica” con los escritores chilenos y prácticamente no puedo dar fe de su arrogancia. Recién cuando murió yo diría que me vino la urgencia por leerlo. Antes estaba en otras cosas, otras lecturas. No sé si Bolaño es necesario, tendría que tener alguno de sus libros.
La primera vez fue cuando traté de bajarlo de Internet. Fue un puro sufrimiento, el archivo venía malo al principio (o lo abría y salían símbolos en vez de letras), después fue la página la que murió. Cuando me fui a otra referencia empezaron mis problemas con los virus. Hastiado de las tontas máquinas dejé para mas adelante la tarea.
Entonces me olvidé de esa estrategia y me propuse otra: conseguir un libro real. Estuve sondeando a mis amigos a ver si tenían uno de sus libros. Casi nadie tenía. Uno de ellos, pongámosle Jaime, tenía las “Putas Asesinas” (para los no informados “Las Putas Asesinas“ es un libro de Bolaño, no me refiero a... bueno, ustedes ya saben), pero lo había prestado hacía tiempo y había perdido la fe en su devolución.
Bien, me dije, habría que comprarlo pirateado. Un vecino que es pirata me dijo que me lo iba a buscar. Esa misma semana cayó preso por pirateo con sentencia agravada a causa de unos paquetes de mariguana. Partí al centro, ya con evidente cara de circunstancias y me encontré con un tipo que tenía una edición de los “Detectives Salvajes”, era original, pero tan manoseado que me lo dejaba en dos lucas. O sea una ganga. Yo con el apuro y la tontera había salido sin plata. “¿Porqué no me lo guardai?” -le dije- “voy a la casa a buscar plata y vuelvo”
- Todos dicen lo mismo - me respondió con desesperanza.
- No. Si es verdad, vivo cerca.
Me fui. Me gritó de lejos “¡No vai a volver!”. La verdad es que volví, pero su desesperanza era tanta que no me esperó y se lo vendió a otro tipo que iba pasando.
La cosa es larga de explicar y, por supuesto, no termina ahí. Las aventuras siguieron con otros libreros, otros piratas y otras web de libros gratis. Todavía no leo ni una sola línea de Bolaño. Cuando suceden rarezas como la que cuento no hace mal preguntarse si se trata de maldición china. No hace mal contarlo al psicólogo ni hace mal echarle una mirada a las tarotistas de la plaza de armas. Cosas. Metafísica. Manías inconscientes que te impiden una acción porque en el fondo no deseas esa acción ¿no deseo leer a Bolaño? Absurdo, más parece que Bolaño no desea que yo lo lea porque pasarán cosas. ¿Qué? Claro, Bolaño está muerto. Por supuesto que lo sabía. Lo cual no es ningún impedimento. Lo que yo sospecho es algo bien persecuto: Bolaño no quiere que yo lo lea, porque será mala influencia para mí, me convertirá en un marginal de las leyes literarias y desde la marginalidad beberé ron hasta la borrachera, siempre, escribiendo, sin parar. O sea, una mala junta. Y una mala junta que ya es un fiambre para más rematarla.
Mientras corto la “esoteria espacio temporal aplicada a la literatura” estoy aquí con uno de Asimov y he pensado que podría emprenderla con Tolstoi. Proyectos. Opciones. Eso, claro, si Bolaño no dicta otra cosa desde el mas allá.
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