Unos dicen que la poesía no sirve para nada, aunque yo creo que esto no es verdad. Otros aseguran que la poesía es un medio útil para intentar cambiar el mundo, cosa que tampoco me parece muy creíble. El poeta Gabriel Celaya dejó escrito que “la poesía es un arma cargada de futuro”, aunque ésta es una frase que hace aguas por las junturas ¿Qué arma, qué futuro? Blas de Otero creyó que, después de quitárnoslo todo, aún nos quedaba la palabra, pero dentro de poco apenas nos quedarán los monosílabos. Gustavo Adolfo Bécquer dijo que “podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía” ¿Y de qué servirá la poesía en ese caso? ¿Quién sabrá apreciar una poesía objetivamente emanada de la naturaleza, como pueden ser los trinos de los pájaros o los rumores del aire en el abeto? ¿Sabrán apreciarla los animales? ¿Sabrán apreciarla los taxistas, los boxeadores o los políticos? Yo creo que Bécquer se equivocó, como la paloma de Alberti. El poeta no es sólo el que escribe poesía, sino también el que sabe apreciarla dondequiera que ésta se encuentre. De ahí que cualquier persona pueda ser poeta, incluso aquéllas que ejercen de políticos ¿O es que un político no es susceptible de emocionarse ante los acantilados de la Costa de la Muerte, una vez liberados del chapapote? ¿Es que los políticos no hablan constantemente de paz, aunque luego vendan armas cargadas de vacío? ¿Y qué es la paz, además de una paloma y un icono, sino la aspiración de los hombres a la felicidad y a la belleza? ¿Y a qué otra cosa aspiran los que escriben o sienten la poesía?
Ya, ya –diréis vosotros-, Ése es un juego de palabras con el que uno lleva las cosas adonde quiere. Pero la realidad dice bien claro que en la venta de armas no hay un ápice de poesía. Que los políticos -y cada día más el resto de los hombres occidentales-, a lo que aspiran de verdad es al dinero y al poder. Que los países ricos cada día oprimen más a los pobres. Que las guerras de hoy son provocadas mayormente por el petróleo... Además, el ocio de los ricos es un reducto de placeres comprados. Se compran las vacaciones, se compran los yates y las cigalas, se compran los amores y los estupefacientes ¿Dónde está la noble aspiración a la belleza, de la que hablas?
¿Será la poesía, en realidad, un consuelo de pobres? ¿No? ¿Para qué sirve entonces la poesía? Pues bien, yo creo que la poesía sirve para ayudar a quien de veras la siente, como el amor ayuda a quien de veras ama. Le ayuda a comprender, a rechazar los caminos por los que no quiere andar, a distinguir lo importante de lo accesorio, a decir que sí donde uno debe afirmarse, y al contrario. También le ayuda a lavarse de lo que hace por obligación o necesidad, no por gusto. A enfrentarse con la realidad de cada día, que suele ser áspera como la piel de un paquidermo...
Finalmente, dejo aquí lo escrito al respecto por Miquel Martí i Pol, poeta catalán que murió hace poco más de un año: la poesía sirve, dijo: “Para recuperar el gusto por el silencio en un mundo desquiciado y ruidoso; para sentir el gusto por la palabra en un mundo terriblemente mediatizado; para restituir el gusto por la intimidad en un mundo incierto; y para reafirmar el gusto por la libre reflexión en un mundo de pensamiento único” ¿Alguien sigue pensando que la poesía no sirve para nada?
Yo creo que la poesía no desaparecerá jamás de entre los hombres porque, al contrario de lo anunciado por Bécquer, siempre habrá poetas en este mundo, este mundo nuestro que puede ser a un tiempo repugnante y hermoso. Tan repugnante como el comportamiento de los paises civilizados con el continente africano. Tan hermoso como un paseo de enamorados por la orilla del mar, de cualquier mar, bajo el bello aleteo de las gaviotas.
Mariano Estrada
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