Como un murmullo de muertos frescos
este movimiento de tierra
sube zigzagueando por las vértebras
para instalarse en la espalda gacha
y en el saludo de cejas.
Se mantienen los párpados abiertos,
a pesar de los ojos dormidos,
y la boca cerrada junta saliva
para ese escupitajo que aguarda.
Y es ese aguardar de manos juntas
que borra las líneas de las manos
el que alimenta este estruendo
este latir precipitado
esta rabia de las multitudes
esta rabia que se deposita lentamente en los estómagos
y se hereda de desayuno en desayuno
esta rabia que no se nombra
esta rabia que nos envuelve los cuellos como un cascabel
acrecentando el bullicio del planeta.
Y sentimos esta rabia de las multitudes
porque "somos multitud"
Y nuestros dientes rechinan
y nuestras tripas se tuercen
y nos vamos apoderando de esta rabia
y esta rabia nos va cerrando los puños
y poco a poco somos la rabia
somos la rabia que ha acarreado el tiempo por generaciones.
Somos la rabia que inventó la rueda
somos la rabia que llegó a la Luna
somos toda la rabia
somos la rabia de las multitudes
somos la rabia que merece el hombre
somos la multitud que no soporta el silencio
somos la multitud
que se prepara a gritar un escupitajo al cielo
para recibirlo con los párpados abiertos
nadando en una cara enferma.
Y el miedo no es quemarse
ni ser piedra con la lava que palpita
El miedo es que esa rabia
que se junta y se espesa
no tenga más salida
que el cráter de mi puño.
Yo no quiero ser el cráter
Mi rabia es suficiente
Yo no quiero ser el cráter
Mi solo grito me punza el pecho
Y siento aquel "somos multitud"
que me abandona
No quiero oír el golpe de mi cabeza en el canasto
Y aquel " somos multitud " me abandona
No quiero morir atravesado por sus calmas
Y aquel " somos multitud " me abandona.
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