Reviviendo la antigua entrevista realizada a nuestro amigo y compañero el señor Miguel Edwards.
Entrevista integra realizada por la nacion domingo a mi amigo Miguel Edwards y aparecida en ese periodico el 11 de septiembre de este año 2005.EDWARDS, “EL LOCO DEL CLAN”“A mí la familia no me tira, me tira más la calle"Si Joaquín Edwards Bello fue tildado por sus parientes como “el inútil”, Miguel Edwards Rozas, bien podría ser su heredero natural. Místico, anarquista, karateca, hare krishna, performer, antologador, fotógrafo y poeta, este miembro de una de las familias más poderosas del país, asume sin complejos su condición de loco, habla de su parentela y de un mítico libro que publicó hace 11 años.Claudio Pizarro .Aunque sabía que era más probable encontrarlo en la calle, lo busqué en al menos dos casas donde me dijeron que vivió durante algún tiempo. Lo había visto muchas veces, sin percatarme que el simio que tenía frente a mis narices, y que de repente me apuntaba con una pistola, era la persona a quien tanto buscaba. La gente se aterrorizaba, huía al ver a un orangután disparando a los taxistas, deteniendo el tránsito y blasfemando a diestra y siniestra. Más de alguna abuelita corrió serio riesgo de un patatús en plena calle. Pero aquellos que lo habían visto otras veces se reían de buena gana con las gracias del monito.Nunca fuimos amigos, pero habíamos conversado un par de veces en un sucucho de la subida Ecuador, en Valparaíso. Me ofreció un libro autoeditado con monedas de peso pegadas en la portada y un cáñamo que unía las hojas. Parecía una lechuga fresca recién anudada. “Cuesta luca”, me dijo, “es una recopilación de textos de pacientes en tratamiento siquiátrico. Se llama ‘Antología de la locura’”. Era una poesía cruda, afilada y visceral, como un trueno que espanta y se cuela en las fibras solapadamente.Ahora el libro está de nuevo en mis manos y Miguel Edwards, por fin, frente a mis ojos. En otra ciudad, después de seis años, nos encontramos por casualidad afuera de un supermercado. Esta vez no llevaba máscara ni pistola de fogueo.CON EL TÍO AGUSTÍNDespués de un extenso viaje realizado con un maestro hare krishna por diversos templos del norte del país, Miguel Edwards recaló en Santiago, en el Hospital Psiquiátrico de avenida La Paz. Me recibe en su “oficina”, un restaurante de comida china ubicado en avenida Independencia, pide una agua de hierba (está chantado hace dos días) y me invita un café.-¿Los Edwards en este país no deben ser muchos?-Son muchos más de lo que se cree.-Entonces, cualquier semejanza con la vida real no es mera coincidencia.-Para nada. Soy primo en tercer grado de Agustín Edwards Eastman. Mi padre, Hernán Edwards Sutil, que fue gerente general de Cemento Melón, era tío de él en segundo grado y primo de Agustín Edwards McClure.-O sea, estoy hablando con un auténtico descendiente del clan.-Descendiente de los Edwards, sí; pero no pertenezco a ningún clan. Una vez le mandé una carta a Agustín donde le decía que se había apropiado del apellido y que por eso todo el mundo calificaba a cualquier Edwards como miembro del clan. Cosa que no era cierto porque había muchos otros, como Joaquín, que dijo que si hubiera sido hijo de una lavandera sería comunista.-Si Joaquín era el inútil de la familia, ¿quién es Miguel Edwards?-Simplemente, el loco.-¿Te molesta, entonces, que se los meta a todos en el mismo saco?-Es que no todos son ricos y poderosos, ni dueños de diarios, ni de bancos. Claro, que fueron colaboradores de la CIA, defensores del régimen militar, ultraconservadores y que tienen la plata escondida afuera.-Pero la familia es la familia.-A mí la familia no me tira, me tira más la calle. Si no fuera porque necesito plata y medicamentos no los visitaría, salvo a mis hijas.-¿Y al primo Agustín en caso de emergencia?-Apenas lo conozco. Mi padre no se relacionaba con él porque trabajaba para el Grupo Matte y murió cuando yo era muy chico.-Pero alguna imagen tendrás del caballero...-Un día domingo me senté frente al Teatro Municipal, en una plazoleta afuera del Banco Edwards. Al lado mío se sentó un caballero de edad, canoso, con bastón y vestido de blanco. Estoy seguro que era Agustín Edwards. Como andaba sicotizado me acerqué y le dije: ¿cómo está, tío? Bien, hijo, me contestó, y nos pusimos a conversar. De repente se me ocurrió preguntarle si lo estaban cuidando los del OS7 o Paz Ciudadana, y me responde que sí, que estaban por todos lados.-¿Te asustaste?-No, le pedí que me invitara a un juguito, pero me dijo que andaba sin efectivo.-¿Y a Jorge Edwards, lo conoces?-Una vez conversé con él en la Feria del Libro de Santiago. Le pregunté derechamente si éramos parientes y me dijo que sí. Lo encontré sencillo y buena onda. Lo imaginaba más acartonado, pero andaba con una pinta súper “cachual”. Incluso aceptó sacarse una foto conmigo, y al año siguiente volví a la Feria del Libro para vendérsela, pero no lo encontré.-¿Qué pensaste cuando secuestraron a Cristián Edwards?-A pesar de que soy de izquierda, me dio mucha pena, sufrí bastante. En ese tiempo yo vivía con unos amigos en Cerro Alegre. Estaba más descompensado que la cresta, pero igual hacía danza africana y capoeira. Cuando leí en el diario que lo habían soltado me puse súper contento. Incluso, después me ofrecí de voluntario en Paz Ciudadana.-¿En serio?-Les mandé una carta con mi currículum y me contestaron que por el momento no requerían mis servicios, pero que me avisarían en caso de emergencia.TERRORISTAS DE LA LOCURAMientras el dueño del restaurante, un tipo de unos 50 años, se ríe a carcajadas con una comedia gringa que pasan por televisión, Miguel pide otra corrida de infusiones a la camarera y ordena que la sumen a su cuenta personal. Bebe despacio, sin apuro, con un interminable cigarro adosado al cenicero y la mirada fija en una fotocopia anillada de la “Antología de la locura”, un clásico underground porteño, que cumple este mes 11 años de ignorada existencia.-¿Podrías rememorar cómo nació el libro?-En esa época quería hacer una antología sobre poetas surrealistas, pero Gregorio Paredes, un viejo anarquista de la V Región, me dijo que eso estaba trillado y me sugirió que hiciera un libro sobre las obras de mis compañeros del Hospital Psiquiátrico de Playa Ancha. Así empecé a recopilar cuentos, poemas, cartas, dibujos, hasta que tuve suficiente material como para publicar el libro.-¿Cómo estructuraste la obra?-No hubo un criterio específico, pero sí influencia del azar, como los cadáveres exquisitos surrealistas. La arbitrariedad del montaje me permitió no sólo revelar facetas creativas, sino también cuadros siquiátricos.-Por eso incluiste parte de las fichas médicas como presentación de los antologados.-Lo hice porque el diagnóstico me permitía mostrar la crudeza, lo terrible. Sobre todo cuando hay maltrato, abandono y desamor. En el fondo quería mostrar una propuesta contestataria, provocar al lector.-¿Aunque para algunos parezca una estrategia un tanto morbosa?-Por qué va a ser morboso si es algo real, tendría que ocultar que hay dos asesinos en el grupo. Uno mató a palos a su mamá y el otro la enterró en el patio de su casa y en la cárcel escribió un hermoso poema de arrepentimiento, pero cuando salió del encierro tuvo una crisis y volvió a matar.-Hablas como si intentaras justificarlos...-No deseo justificar a nadie. No se trata de un asunto moral. En el fondo está el tema del médico que le dio el alta. Si el tipo era peligroso y ya había asesinado a su madre. Por eso ya no debemos hablar de un juicio universal a la siquiatría, sino hablar de siquiatras y pacientes, con nombres y apellidos.-¿Existe algún patrón común que se reitera en la obra?-La locura no se puede uniformar. Sin embargo, en esta obra percibo mucha rebeldía, incluso alguna al borde de la violencia verbal. También hay mucho humor, desenfado, una cuota importante de arrepentimiento y cierta vena autobiográfica. Las mujeres son más emocionales; los hombres, místicos, de una religiosidad apocalíptica. Pero todos poseen una imaginación extraordinaria.-¿Cómo se reconocen los locos?-Los locos tienen en común una cierta conformación química y cerebral que los hace parecer una etnia distinta, con su propia cultura y códigos. Es una especie de arquetipo mental que los envuelve y que si perseveras en él puedes caer en depresiones, manías, fijaciones, como tomar café y fumar como chino.-¿Cuál es la locura que el loco percibe en la sociedad?-El desamor por la frialdad, el cálculo, la concentración en sí mismo y la estupidez por el terrorismo, los militarismos, los paquismos, los tiranismos, y todos los ismos habidos y por haber.-¿Por qué siempre en la trastienda de la locura se percibe que los locos son seres profundamente religiosos?-Lo que pasa es que cuando uno está en estado de crisis sicótica o esquizofrénica se desordena demasiado, no tiene capacidad de concentración ni de orden. Por eso el loco, para sobrellevar su caos, antepone un teos, una religiosidad para poder ordenarse.-¿En qué consiste esa religiosidad?-Nuestros sacerdotes son los siquiatras, los acólitos los enfermeros, y cada uno de nosotros es parte del rebaño que comulga con pastillitas. LCDPoemas escogidos de “Antología de la locura”CARTA A UNA MAGISTRADASolicito urgente ser llevado fuera de esta cárcela una celda de las FFAA o iglesia,en total secretoSi usted no actúa, maldita sea,este no es un lugar para mí.De lo contrario volveré a matar agolpes, o simplemente con un grito,y un grito mío es terrible (...)Solicito entrevista secreta con Pinochet.Ustedes no aman la justicia, aman elsucio dinero.El tigre sabe el momento de volver a matar.(Danilo Pantescu. Esquizofrénico paranoico. Estuvo internado en el Instituto Horwitz en Santiago y dos años recluido en la cárcel por asesinar a su madre a palos).LA MÁS POBRE DEMOSTRACIÓN DE AMORTe seguiría, Valeria, por todas partesdesde Barrancas hasta Pudahuel,y te llevaría al centro donde hay hermosas tiendascon banderas y pancartaspara que te distraigas,para que se te pase (....)(Ximena Rivera. Esquizofrénica. Vive en un hogar para pacientes siquiátricos).
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